Psicología. Consejos para Padres Separados. 2° Parte



1. Los hijos no son jueces ni umpires. 
No debes colocarlos en posición de juez acerca de quién tiene la razón o quién tiene la culpa. Tampoco es bueno que le pidas opinión sobre temas que son de ustedes.
Las cosas de los adultos deben quedar entre ellos. No es sano que compartas detalles de la vida íntima o de la separación con tus hijos.

2. No a la tristeza perpetua. 
Verte llorar muy seguido o con síntomas visibles de gran tristeza no les hace bien a tus hijos. Si sos capaz de adaptarte a la nueva situación, tus hijos también podrán hacerlo. Si bien la tristeza es una de las emociones humanas, cuando se instala es un síntoma de que algo no anda nada bien, e incluso puede estar manifestando la presencia de una estructura psicopatológica muy grave (Depresión).
Trata de estar lo más “entero” posible delante de tus hijos, sobre todo en los primeros tiempos luego de la separación. Si con recurrencia no logras estar bien o las emociones te superan, busca ayuda profesional o alguien de confianza con quien poder hablar de lo que te pasa.

3. Quitar culpas imaginarias en tus hijos. 
Es recomendable que los padres, de manera conjunta, hablen con sus hijos explicándoles que van a dejar de vivir juntos (o que dejaron de vivir juntos) y que ellos no han tenido nada que ver en su separación ya que fue una decisión tomada por cuestiones relativas a la pareja, que el amor y el cariño por ellos seguirá siendo igual que siempre. 
Muchos niños asumen el divorcio de sus padres con algún sentimiento de culpa y/o responsabilidad,  y esta es una carga que podemos sacarles por completo.

4. Dejar de ser un padre culposo. 
A veces pasa que nos sentimos culpables por la separación, porque fuimos el/la que decidió separarse o porque sentimos que se “rompió” la familia. Lo que se terminó fue la pareja, pero cada miembro de ella seguirá siendo madre y padre de sus hijos.
Este sentimiento parental culposo, muchas veces, da origen a conductas compensatorias con los hijos, queremos remediar su malestar o sufrimiento,  volviéndonos permisivos y/o comprándole cosas nuevas para distraerlos y “alegrarlos”. Este tipo de actitud no colabora con el normal procesamiento de la nueva situación que les toca afrontar a los niños, además los confunde y mal-enseña, ya que les estamos diciendo que el dolor se puede tapar con una cosa, o que el dolor se neutraliza con un nuevo juguete, y esto es falso, pasado el momento de distracción con el nuevo chiche, el dolor vuelve. Otra consecuencia de este tipo de actitudes compensatorias es que los chicos aprenden a ser grandes estrategas de la manipulación: llorar a moco tendido = juguete nuevo; puchero con ojo-de-gato-con-botas = paseo con helado incluido, etc.
Muchas veces proyectamos nuestro propio dolor en nuestros hijos y lo que verdaderamente queremos reparar es nuestro propio sufrimiento.

5. Los hijos no son “trofeos de guerra”. 
En ocasiones sucede que alguno de los padres, luego de la separación  permanece con sentimientos de rencor, odio y venganza contra el otro progenitor y suele utilizar a su/s hijo/s como instrumento de ataque a su ex pareja.  Dicen cosas como, por ejemplo: “este fin de semana no te los vas a llevar porque no quiero”, o directamente: “no vas a volver a ver a tu/s hijo/s”. Con este tipo de acciones, los principales damnificados son los hijos, presos y cautivos de una guerra sin cuartel que los trata como objetos y trofeos de guerra.
Este tipo de conducta  es una forma maltrato psicológico infantil que tiene una tipificación en el código penal (por privación afectiva ilegítima): Impedimento de contacto (Ley 24.270).
Lo ideal en este tipo de casos es que se recurra a un profesional de la salud mental (y jurídico si hiciera falta), ya que cuando se ha llegado a efectuar este tipo de acciones las barreras que se han cruzado son difíciles de volver atrás sin ayuda, y el tratamiento psicológico se hace necesario tanto para los padres, como para los hijos.

Lic. María Emilia Gallardo Barreyro




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