El árbol genealógico contiene la memoria activa de todo el clan familiar y esta es la clave para comprender el rol que desempeñamos en la vida, nuestros gustos, intereses, vocaciones, etc. Podría decirse que el árbol está vivo en cada uno de nosotros: “yo soy mi árbol”.
Aquello que una persona calla (secreto familiar) en la siguiente generación se escenificará de alguna manera. La Psicología Transgeneracional ha comprobado fehacientemente que los conflictos familiares no resueltos, serán heredados por los descendientes de quienes los han sufrido.
Hay profesiones que no se eligen por casualidad, son reparadoras de traumas familiares de algún/os antepasado/s. Una de los huellas que delata si la profesión es reparadora o no, es que a la persona le cuesta ganar dinero con ella.
Las personas que escogemos para que nos acompañen en la vida, como por ej. la pareja o amigos, tampoco son casuales. Hay una química inconsciente que teje hilos invisibles con ellos, ya que en algún lugar comparten el mismo “tipo de programa”. Son nuestros “espejos” o “dobles especulares”, a través de los cuales podemos encontrar un poco de esa información ancestral codificada en nuestras células.
En la exageración también encontramos vestigios de un ancestro insatisfecho. Un ejemplo sencillo: una madre que no puede terminar sus estudios primarios, su hija no solo termina los estudios universitarios sino que se anota en cuanto curso de perfeccionamiento para su profesión exista. De esta manera repara una deuda de su madre.
Las “pistas” para encontrar ese programa familiar inconsciente las encontramos en: las fechas significativas del árbol (nacimiento, fallecimiento, casamiento, accidente importante, cambio de residencia), es lo primero que le pido a un paciente que traiga cuando se quiere trabajar con lo transgeneracional, también es importante el nombre de la persona, que muchas veces coincide con el de un antepasado.
El tomar conciencia del mensaje que nos trae la memoria activa de nuestro árbol es una experiencia profundamente liberadora y sanadora.
Lic. María Emilia Gallardo
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